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martes, junio 14

En la tierra de los dulces momentos

Por fin llegó el día en que pudo volver a tomar su dedopluma y volver a escribir sobre asuntos amables, momentos exprimidos a la máxima potencia, bellas instantáneas de secuencias placenteras, atentos gestos y miradas cómplices, compañías encantadoras y felices, praderas verdes con casas robustas de piedra, iglesias llenas de energías recias, callejones encantados que devolvían al Duomo una y otra vez, sabores intensos de albahaca, entorno idílico y bucólico acompañado de tiempo relajado y sosegado bajo el sol de la Toscana.
Su viaje había sido un impulso de frescos aires nuevos que siempre hacían falta para proseguir andanzas. Llegó con maletita roja prestada y con inocente curiosidad, esa era, últimamente, su tónica habitual, sabia curiosidad siempre al acecho y expectante. Y de repente, todo su mundo se desvaneció por unos momentos y quedó atrás y en el olvido, quedó encerrado en otra maletita roja, pero no prestada y herméticamente cerrada, como si no le perteneciera...

Pero, había algo que siempre volvía y se repetía una y otra vez, su introspección de viaje autista le llevó a ello, de forma casi forzada a tomar contacto con su ego más profundo y en eternas convulsiones, casi sin fin. Allí, sentada en un viejo palacio toscano medieval, mientras saboreaba un dulce helado acompañado de sones de guitarra española, se sentía en soledad profunda y desgarrada, y a la vez en paz y serena sintonía, habitaba en dos dimensiones opuestas, pero ambas coexistían a la vez con mayor o menor armonía, como aquellos sones de guitarra que se iban deslizando delicadamente en el tiempo.
Seguía echando de menos y no sabía cómo hacer para detener la invasión repentina de Dña. Nostalgia, que siempre hacía acto de presencia cuando menos la esperaba....

Retendría para siempre aquella estampa en la que desde un viejo rincón exquisito con vistas al campo, degustaba una deliciosa pizza que ya ni por asombro era de sabor a barbacoa, aquel sabor lo abandonaría ya, para aventurarse a experimentar con otros nuevos.
Por último, sólo restaba dar eternas gracias a su anfitrión y promotor por tal inolvidable regalo y a la vida en general, mientras seguía cohabitando con Dña. Nostalgia y al igual que D. Ramón Gómez de la Serna sentenciaba en  que "‎el mejor destino que hay es el de supervisor de nubes, acostado en una hamaca mirando al cielo".

1 comentario:

  1. Eso debes hacer. Abandonar tu pizza barbacoa y descubrir sabores nuevos ;)

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