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martes, agosto 7

Escala ascendente

Aquel día lo cerró con sonrisas entornadas y encantadas sobre comisuras de labios, que poco a poco iban fermentando nuevas sensaciones que revoloteaban sin parar como aquellas alegres mariposas, inquietas e impacientes que posan de flor en flor en busca del más exquisito polen como si no hubiera un mañana.

Se dejó llevar y nutrir de instantes llenos de novedad y relajación que inspiraban a su complejo sentir. Su escala de sensaciones ampliaba con todo tipo de notas, desde la más aguda a la más queda y sonora, recorrer todos los matices de aquella escala en modo ascendente le proporcionaba aliento vital para continuar con sus andanzas y no desfallecía en el intento, por lo que ya era un gran logro para ella. Y aunque la composición de notas a veces, le resultaran frías e incomprensibles, aquel canto le seducía de manera irresistible sin poder remediarlo.

Echaba mirada atrás y todo empezaba con manos frías de invierno en seres imperfectos y solitarios, ávidos de perfecciones que se completarían muy poco a poco con el devenir del saber aceptarse y encontrarse en un mismo halo de luz natural e intensa, y para cuando se quisieron dar cuenta daban eternos besos caramelizados de ron y canela, de pacharán y naranja...y a ella, se le seguían encogiendo los pensamientos con cada uno de ellos, y es que algo paralizaba su mente en modo extraño sin saber cómo y qué descifrar de todo aquel caudal de emociones que circulaba por sus venas en todo el tiempo que pasaba postrada en aquel diván negro junto al Chico de las Velas.
Y aunque le costó rumiar, digerir y sintetizar los nuevos aromas que se le ofrecían, al tiempo, poco a poco, forjaba lazos y nudos estrechos de amistad y lealtad. Encajar piezas de sus complejos puzzles no resultaba ser fácil, pero se dedicaron el tiempo y las ganas necesarias para ello, aún con amagos del caos que a ella le asistía muy a menudo, cuando su montaña rusa hacía acto de presencia para desencajar su mundo y ponerlo todo patas arriba.
Lo que más deseaba era permanecer a su lado, así sin pretensiones, sin esperas...sólo sintiendo y saboreando cada instante regalado, de ello era muy consciente cada tarde de primavera y cada ola de ese mar, al que tanto amaban y que tanto disfrutaban juntos. Mientras, componía con  trazos  de dudas y miedos,  aunque con decisión y firmeza, un boceto que iban pintando a sus maneras y modos, a sus tiempos y a sus ritmos... resultando un cuadro que ambos apreciaban, así tal cual sin denominaciones.

Aquella noche la cerraba con sonrisa de paz entornada en escala ascendente, de las notas musicales que siempre le acompañaban, y de esta manera encajó los ojos para despedir a otro día de los "cosmósperos",  de tal modo que cada vez desterraba más atrás los tiempos pretéritos de lágrimas, para salir al encuentro de nuevos días de vino y rosas, de olas y mar, de cenas y velas, de intensidades y placeres.... que estaban por llegar, disfrutando de los momentos reposados, vividos con la efusividad, por si acaso no hubieran más mañanas. Entretanto, una maraña de sentimientos nacían inspirando y explosionando sin cesar para hacer temblar y descomponer un nuevo prisma de luz en modo ascendente e imparable, desde el que ya siempre contemplaban al gran azul.

"Con viento del Este hiciste una cama,
soplaste sobre ella para templarla
y con el murmullo de tu voz de agua
me cantabas nanas sin letra.

Y dormíamos tan juntos que amanecíamos siameses,
y medíamos el tiempo en latidos.
Y en tus dedos yo tocaba mis canciones,
dedos de teclas de celesta." (Diecinueve)