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martes, mayo 24

Y después....el duelo


El duelo más largo y lento del mundo por la muerte de algo que nunca debió terminar....
Hoy, de regreso a casa volvió a recordarle....siempre, había un recuerdo, dulce, casi siempre venían dulces, así quería que fueran, luminosos y felices, de una vida que fue plena y dichosa, pasada ya, pero al menos fue, y existió en plenitud.
Y por ello, daba gracias al pasar junto al faro. Por ello, estos 27 planos.
Y aunque el duelo sería largo, todos y cada uno de los planos que había elegido para seguir caminando iban a ser dulces, al menos...

martes, mayo 17

Bajo los tilos

Probablemente decidir si sentarse a esperar y ver a todos pasear y danzar bajo los tilos, ver como la vida de esa gente transcurría, mientras la suya se quedaba esperando en punto muerto, no era la mejor opción. Nunca le había gustado la sensación de pasividad e inercia dirigida hacia el hastío. 
Le seguía asustando el sentimiento de estar viviendo seguramente una vida que puede que no fuera la que le estaría correspondiendo vivir. Ahora, interiorizaba cada vez más esa odisea  que le zambullía y le devoraba a bocados lentos y angustiosos, le atrapaba poco a poco, al mismo tiempo que permanecía inmóvil y sin hacer casi nada para evitarlo. 
Angustia vital se apoderaba para no dejar respirar ni un soplo de aire limpio y renovado. Angustia vital de estar fuera del lugar, fuera del escenario, fuera del vals, fuera del tiempo, lejos ya de todo lo que pertenecía a su historia, a lo que se suponía que quería escribir en sus páginas ya marchitas, enmohecidas y sepias. Debía reunir y aglutinar el valor de arrancarlas de su libro de una vez por todas, para que el moho no contagiara a las hojas nuevas y blancas,  y empezar a componer nueva melodía que le pudiera impulsar a danzar un nuevo vals, en donde le encajaran los pasos entre los tilos, o que al menos pudiera seguir paseando entre ellos para que le calmaran esa angustia tan vital que le sometía.
Las pocas anotaciones que ahora componían su libro de viaje, iban hilando algo inconexo que no le terminaba de convencer del todo, erraba más de la cuenta y tachaba, sus notas al pie y de frente no terminaban de encajar en el vals en el que simplemente se había dejado llevar y le había conducido hacia la decepción, la desilusión y el desencanto vital, y  puede que por eso no dominara bien ese nuevo baile,  seguro no era el que quería componer y bailar bajo los tilos....

martes, mayo 10

Sala de espera


La sala de espera en donde aguardaba parecía ser a simple vista algo fría, de colores atemporales y eclécticos, casi neutros, de luz tenue y natural, casi le proporcionaba algo de calidez fictica. Podría ser cualquier sala de espera de algún lugar perdido en el mundo: la de una consulta del médico, la de una peluquería o salón de estética, la de una agencia de viajes, la de un aeropuerto, la de una vieja estación de trenes...
Disponía de unas sillas, algo cómodas, aunque no eran para permanecer mucho tiempo sentada en ellas, en su centro una mesa y revistas para entretener sus revueltos e inquietos pensamientos, un reloj que medía tiempo y más tiempo sin cesar, alguna planta como ser vivo que le da asignaba algo de compañía vital y un suave hilo musical que desprendía continuas notas dulces y relajantes.
Nada de aquella sala le hacía sentir incómoda a primera vista, o quizá sí. Si algo pudiera cambiar, sería sin dudar, su olor. Era un olor que le administraba viejos recuerdos de antaño, que le devolvía a tiempos pasados felices, añoradas vivencias y olvidadas emociones que ya sólo apreciaba por mero acto de evocación, mientras aspirase aún ese olor parecía que volvía a rememorar y volver a tener señales sensitivas ya arrinconadas... y que ya nunca  más volverían a cobrar una vida real.
Algo le hacía presagiar que permanecería allí sentada, en aquella poco acogedora y desvirtuada sala, largo tiempo, así que se acomodaría mejor. Sin embargo, tras largo tiempo de espera y por más movimientos que hiciera para encajar, aquel asiento resultaba ser ya algo incómodo y pesado...