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martes, mayo 10

Sala de espera


La sala de espera en donde aguardaba parecía ser a simple vista algo fría, de colores atemporales y eclécticos, casi neutros, de luz tenue y natural, casi le proporcionaba algo de calidez fictica. Podría ser cualquier sala de espera de algún lugar perdido en el mundo: la de una consulta del médico, la de una peluquería o salón de estética, la de una agencia de viajes, la de un aeropuerto, la de una vieja estación de trenes...
Disponía de unas sillas, algo cómodas, aunque no eran para permanecer mucho tiempo sentada en ellas, en su centro una mesa y revistas para entretener sus revueltos e inquietos pensamientos, un reloj que medía tiempo y más tiempo sin cesar, alguna planta como ser vivo que le da asignaba algo de compañía vital y un suave hilo musical que desprendía continuas notas dulces y relajantes.
Nada de aquella sala le hacía sentir incómoda a primera vista, o quizá sí. Si algo pudiera cambiar, sería sin dudar, su olor. Era un olor que le administraba viejos recuerdos de antaño, que le devolvía a tiempos pasados felices, añoradas vivencias y olvidadas emociones que ya sólo apreciaba por mero acto de evocación, mientras aspirase aún ese olor parecía que volvía a rememorar y volver a tener señales sensitivas ya arrinconadas... y que ya nunca  más volverían a cobrar una vida real.
Algo le hacía presagiar que permanecería allí sentada, en aquella poco acogedora y desvirtuada sala, largo tiempo, así que se acomodaría mejor. Sin embargo, tras largo tiempo de espera y por más movimientos que hiciera para encajar, aquel asiento resultaba ser ya algo incómodo y pesado...


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