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sábado, enero 15

Había una vez un castillo de lo efímero...

Su castillo de naipes parecía que seguía creciendo y creciendo, una carta de bastos aquí y otra de corazones allá le hacía elevarse muy a lo alto, no sabía si algún día alcanzaría el techo de estrellas, pero sí presentía que algún día ese castillo se tambalearía y caería al suelo irremediablemente, desde donde un día partió….surgió de la nada, a base de azules, estrellas y una luna amarilla fruto de la ilusión óptica, que le costó divisar, pero que cuando la divisó, le pareció la luna más mágica que jamás había visto y le fascinó. Quizás lo colgaría a las estrellas y entonces, allí firme y bien sujeto, no se tambalearía ni caería nunca. 
El castillo que estaba construyendo no tenía puertas ni ventanas, puede que fuera para no permitir la salida al mundo exterior, sólo estaba dotado de un motor para mantener la temperatura y aislarle del frío. Sabía que su castillo era lo más bonito que existía en su mundo bidimensional, podría seguir construyéndolo por siempre jamás, seguir poniendo carta tras carta y llegar hasta el infinito y más allá...quien sabe si habría infinito!!
Además de ser un castillo hermoso, un halo de magia lo envolvía, sería su flotación en el aire que le daba cierto misterio y un atractivo muy seductor y especial, además lo contemplaba tan hermoso, por toda la ilusión que iba depositando en cada carta que iba colocando.
Su castillo era lo mejor que poseía y por eso lo continuaba, cada carta representaba un sentimiento noble y puro y un nuevo deseo. No obstante, el vacío de la nada de lo efímero le iba envolviendo poco a poco, presintiendo cuando podría llegar el día en que depositara la última carta, su castillo estaba alzado a base de imposibles, espejismos e ilusiones ópticas.
Y así, tristemente llegó el día en que ese castillo se derrumbó irremediablemente y cayó al suelo, todas las cartas volaron, se ostió y se hizo añicos, pedazos de ilusiones hechas trizas y que el viento del Este se las llevó lejos, pedazos de deseos rotos que se desvanecieron en el aire sin más....
Y este fue el final de su castillo, y aquello de colorín colorado de su cuento, se coloreó en escala de grises, para seguir a juego con su otro tono de su otro mundo bidimensional, pero aquello de comieron perdices y fueron felices, sí que podría ser real o desde luego empeño, sí que pondría, el mismo que le hizo un día construir su castillo.
Fin


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