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martes, abril 5

Gotas saladas

Tormentas que parecían no ser pasajeras teñían su cielo inmenso con toda la amplia escala de grises, vehemente tempestad descargaba y láminas de infinitas gotas saladas eran vertidas en cascada.
Infinitas gotas que necesitaban, tal vez, una escapatoria, una fuga por algún recodo oculto para ser liberadas por fin y ser conducidas hacia su inmenso azul. Desembocar, por fin, en su infinito océano y ser devueltas a donde pertenecían.  Su amigo azul las esperaría con los brazos abiertos para darles descanso, dulcificarlas y fundirlas en un remanso para hallar la merecida calma. Ya sólo hasta que no llegaran allí, no encontrarían un descanso certero, era su único destino final.
Un funesto día gris, esas gotas tuvieron que partir en exilio irremediablemente para convertirse en aguacero invernal. Nacieron con dolor, mezcladas de intensas sacudidas de emociones y arraigados sentimientos que debían huir hacia algún sitio. Dichas gotas salinas debían ser desterradas para siempre, de otro modo terminarían por ahogar el arco iris que a duras penas intentaba cada día nacer.
Puede que contara también con su amigo el viento de poniente, que despejara la tempestad soplando tiempo. Tiempo salado para curar.

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