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viernes, diciembre 30

Don Invierno toma asiento

Don Invierno, en poco más de un día después de aterrizar en la fría estancia, se adueñó de todo. Así, por su inexpresiva cara blanca lo inundó todo con su capa grisácea de tergal que dibujaba  rombos poliédricos, los cuales se movían al compás del viento del Norte, con sus botas negras altas de tacón retorcido que hacían un extraño y ensordecedor ruido a cada paso dado, con sus anchos pantalones del que le colgaban algo parecido a unas espuelas de metal pesado, como si de un jinete del apocalipsis se tratara, con sus guantes de pelo de piel sintética imitando a la apreciada pitón, con la bufanda  que le daba tres vueltas trepando por su largo cuello y que recubría su frígido rostro, y por supuesto, con su borsalino negro, cual dandi trasnochado y caduco y sacado de cualquier bar de secundaria carretera.
Sus atuendos ridículos no eran muy de quitarse el sombrero (todo lo contrario), pero lo que más le inquietaba era su expresión totalmente hierática y de una frialdad que le asustaba en demasía. Fruto de ello era que casi ni se atrevía a saludarle, y ni mucho menos a preguntarle que le apetecía tomar, - a saber lo que a ese señor se le antojaría!! -, ni siquiera se atrevía a cruzar una minúscula y esquiva mirada, no fuera a ser que le contagiara esa frialdad casi eléctrica.  Pues, cada día ella la combatía tomando una buena dosis de antídotos de la mejor materia prima, apartados y reservados exclusivamente para ella en el Mercado de la Alegría del barrio suyo natal.
Sí, la verdad es que la frialdad era algo que se le resistía, por eso se había dado cuenta de que nunca jamás empatizaría con ese señor por más que lo intentara año tras año. Sus formas heladas y sin cálido entusiasmo alguno, era todo lo opuesto a las maneras que ella practicaba con delicada y exquisita entrega desde hacía tiempo, de tal forma que ni perdería su valioso y apreciado tiempo en pretensiones que no le iban ni venían, ni en algún modo podían aportarle algo que fuera de su interés....hacía tiempo que su temporizador oscilaba sólo en temperatura ambiente de 24º-26º y de ahí no se movería...!!. 
Mientras tiritaba, pues algo de frío le entró por el cuerpo irremediablemente, se le ocurrió invitar a que les acompañara en esa gélida estancia, a su eterna prima Vera que seguro gracias a su compañía, le ayudaría a paliar tan toscas formas y  modos tan tan congelados. 


"Se ha nublado otra vez. Con mis hombros me resguardo del frío.
Al pasar por tu casa me detengo un instante y no sé qué es lo que estoy buscando. Has cambiado el color de las cortinas de tu cuarto.
Ya no…ya no siento nada. Se fue...sigo mi camino. Hoy sé…que desde mañana no me cogerá de paso..." (Frío. Maga)

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