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sábado, marzo 17

Des-arraigada

Su conversación con el silencio proseguía su curso como cada noche, departir los temas importantes del día con él en animada y agilizada charla, era uno de los mejores momentos de sus días, poner en orden sus frágiles, contradictorios y déspotas pensamientos a ninguna parte y discurrir acerca de aquello de lo que ella entendía por  vivir y llegar a alguna parte.
Sentir y vivir, para ella eran casi lo mismo, no entendía la vida sin sentirla en toda su dimensión, atravesando  todas y cada unas de las escalas musicales, desde las notas más altas a las más bajas, desde la más agudas a las más graves y armónicas. 
Ahí, justo delante de su espejo donde reconocía cada línea de su rostro, quizá ahora jugaba al fingimiento. Pensar qué papel tomar para triunfar encima del escenario, cual elegir y hacerlo de la manera más sobresaliente posible además, fingir que su vida transcurría en "normalidad" aceptada y aceptable, de que todo seguía supuestamente un curso adecuado, quizás...todo era un "quizás" o un "tal vez"... Pero, sabía que ahí posicionada exactamente delante de su espejo no había fingimientos que valieran, ni que le sirvieran, en ese escenario salían a flote todas las emociones que justo no sabía expresar con palabras, aquellas que no podía hacer trasmitir a nadie, sólo ella y su reflejo frente a frente.... y nada más. 
Aquella noche, sintió escalofríos al sentir y padecer un absoluto desarraigo, al sentir que luchaba por estar cada día en la mejor línea de flotación para no hundirse, al comprobar que no había anclas a las que estar amarrada, nada que la retuviera fijada a un punto, ni cuerdas, ni amarras,  y sólo un nudo en su garganta que seguía doliendo cada vez que tragaba recuerdos y producía la angustia de saberse alma errante y nómada, con anclas levadas, ni seguridad en nada, bueno sí, seguridad sólo en ella misma. Puede que ella misma fuera su ancla, y nada más, puede que sólo le valiera fondear exclusivamente en su sentir y vivir,  en las maneras y formas que ella entendía, en exclusiva. 
Lo de ir a la deriva no iba con ella, pero a veces se sentía así, algo como el sentimiento de desubicación, preguntándose una vez más si aquella vida era la que le correspondía estar viviendo... a qué tierra petenecía ya?? quizás, pertenecía a la nada e  iría a vivir a tierra de nadie, con casi total libertad de movimiento, ese sí que era al menos su valor seguro y ganador.
Cerró los ojos pacientemente a buscar a Morfeo, ya sabía que su ataque de angustia se despejaría a la mañana siguiente.

"El hombre más sabio es el que sabe que su hogar es tan grande como pueda imaginar" (en La Danza del Fuego)

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