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lunes, marzo 26

E-clipse lunar

Ella nunca olvidaría la cálida noche que el chico valiente la llevó hasta lo más alto que pudo para mostrarle un espectacular eclipse lunar, ella sin pensárselo dos veces se lanzó a subir la escalera, una escalera no muy consistente, apoyada en un suelo efímero de la nada...pero, subió sin miedo, tan sólo motivada por algún tipo de feliz intuición, dejándose llevar por la inercia de su instinto que casi nunca le fallaba, algo le decía en su interior que aquel acontecer sobrenatural le iba a maravillar y así se quedó sólo contemplando el cielo, sin más.

Ahora, ya bastantes días después hacia recuento de todo lo vivido y sentido como era su sana costumbre porque sí, en su esencia todo le hacía sentir un "algo" desde una manera sosegada, pero ella tenía que sentir al fin y al cabo y rascar un extra. No concebía que las cosas ocurrieran y pasarán sin más por su vida. Se afanaba por buscar a todo lo que le aportaba un significado relevante y vital, que diera sentido a todo. Fue algo así como una terapia para que sus sentidos no se quedaran enterrados, inertes y oxidados en la nada, que su corazón emitiera aún algún tipo de impulso por pequeño o grande que fuera, pero que emitiera algo más que sístoles y diástoles en bucles infinitos.

El aprendizaje lo hizo en modo pausado, sin prisas de nada y a cada pasito descubrir….descubrirse a sí misma… y fue un feliz hallazgo lo que descubrió, o al menos todo lo metabolizó de la mejor manera que supo y entendió… ser mejor persona cada vez, liberarse de prejuicios erróneos preinstalados que conducen a autoengaños no válidos para ella.

Y a cada paso algo más le alejaba de su mundo de oscuridad, a cada peldaño de la escalera que subía, todo se hacía más liviano y menos pesado cada vez, cada vez menos lastres. El eclipse lunar casi le había curado en parte, y las tiritas que se había puesto poco a poco las iba retirando y así pudo mostrar algo más de ella misma. Esconderse tras su velo negro no era buen asunto y poco a poco pudo despejar cada vez más su rostro ya con menos lágrimas cada vez. Y a todo eso el chico valiente le ayudó, quizá sin él saber o ni imaginarlo… pero, ella ya sentía infinita gratitud, ahora podría ya corresponder a un eslabón importante de toda su feliz cadena.  Y la mejor lección de vida fue que ella aprendió a no esperar nada, y cada poco que se le ofreció, le pareció un mucho que recibió agradecida. Dar y no esperar, compartir lo mejor de su ser al fin y al cabo era la mejor forma de entender su vivir. Y si al final las cosas son de verdad, o al menos uno las hace de verdad, es lo que realmente queda de importante y permanece para siempre, y la vida...valdrá la pena.

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