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domingo, julio 4

Rumbo a las montañas viólaceas

Un cúmulo de diferentes emociones recorrían sus arterias en esos días de previos, la impaciencia era su tónica de todos los días, dulce y larga espera. Las montañas violáceas le llamaban cada vez más, con total insistencia, ahora estaba segura de poder lanzarse al viento, sin  más dilaciones. Eolo le conduciría hacia un lugar de pleno gozo y plenitud.
La noche en el aeropuerto le transportó a una enorme sala de espera, se sentó en su silla, como la que espera su turno para la visita del médico, o la espera antes de un discurso importante, o para comprar en una pastelería y no sabe que va a pedir ante las vitrinas con tantos dulces y tartas exquisitas. Esa larga noche antes de tomar su vuelo, permaneció despierta, expectante, procesando cada pensamiento que atravesaba su mente, quería dormir y no podía, los sueños no venían, quizás porque se iban a hacer realidad en breve y por eso no terminaban de llegar, dejarían de ser sueños por fin.

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